miércoles, 5 de mayo de 2010

banquete patrimonial

Ya se acerca su aniversario n°1 y, aunque en los últimos meses ha estado algo venida a menitos (como acostumbraba decir un entrañable docente que tuve yo, más conocido por sus apariciones televisivas en populares espacios como "Pan en tu camino" o "Palabras al cierre" y por conocer al revés y al derecho los comidillos más sabrosos de las cúpulas vaticanas; las amigas historiadoras sabrán a quién me refiero), hoy LA OLLA COMÚN pone fin a una larga pausa y renace cual ave fénix para compartir con ustedes el informe oficial de una velada inolvidable. El lunes 26 de abril fue el día escogido por nuestra cofradía patrimonial para celebrar el Día Nacional de la Cocina Chilena, festividad cuya sola mención hace que se nos coloquen los ojos brillosos y que -junto con otras fechas igualmente memorables como el Día Nacional del Administrador de Sistemas o el del Laboratorista Dental- ha quedado grabada a fuego en nuestros calendarios.
La fecha en cuestión fue la ocasión perfecta para coronar una de las iniciativas más brillantes que como grupo-curso hemos tenido en los últimos tiempos. Es que donde somos tan habilosas (además de altas, por supuesto), nuestro bets-seller ¡Para chuparse los dedos! se debe estar empinando ya por las 50 mil descargas y de seguro tiene tiritando a la mismísima Pilar soy-guatona-pero-me-creo-flaca Sordo quien, no contenta con habernos revuelto la guatita con su último lanzamiento, en cualquier momento va a colocarse a escribir un libro con la tía Mónica o con el Pipe Didier de la pura envidia.
Convendremos en que -junto con nuestra común tendencia a caernos al troli- las vocaciones que más profundamente nos unen son el amor por el patrimonio y por la buena mesa. Y la velada en cuestión fue la apoteosis de estas dos aficiones. El pie forzado de la jornada fue que cada comensal debía aportar al menú con alguna preparación extraída de nuestro libro de recetas familiares o, bien, inspirada en cualesquiera de los manuales culinarios publicados en Memoria Chilena. La convocatoria fue un éxito: nuestra mesa, engalanada como si de un convite virreinal se tratara, quedó colmada de los más deliciosos manjares caseros, flanqueados por las mismas guarniciones que deleitaban a los criollos en los banquetes republicanos, como nos recuerda ese locuelo de Pérez Rosales:



Pues bien, siguiendo lo que dicta la tradición, el tentempié consistió de marraquetas untadas en una gloriosa réplica del celebrado pebre DIVÁN que hizo la Maripa; pickles y cuñitas de cebollas en escabeche; aceitunas y queso mantecoso ahumado con merkén. Todo esto bien regado con el más esquiso pisco sour que nuestros siempre sedientos paladares hayan degustado. La Ale, con ese corazón dadivoso de madre que la caracteriza, nos confió el secreto de la preparación: los limones de pica con cáscara y todo a la juguera.



Después nos pasamos al vino navegado y, como platos fuertes, un burbujeante chupe de atún que hizo la Loqui, el guiso de mote de la Ale, esa grata sopresa que fue el puré de betarragas y un pastel de cochayuyo que no supimos zamparnos. Es que ya no nos daba el cuero...


Todo culminó de buena manera -como dicen los futbolistas-, con esa perfección que son las papayas al jugo, cortesía del Comando Árabe, y una muy necesaria agüita de hierbas cosechadas en el momento: cedrón, poleo, hierbabuena y cascarita de limón, todo del huerto de la mismísima gata de campo.


Si se fijan, todas recetas extremadamente sencillas y a prueba de improvisación. No hubo necesidad de ningún ingrediente sofisticado y todo lo que hacía falta se consiguió espontáneamente por el camino: pipeño con yapa de La Tinaja, marraquetas recién salidas del horno del almacén de San Isidro con Marcoleta, hierbas frescas de la verdulería de enfrente y naranjas del casero de las frutas que queda rumbo al paradero. ¿Y qué me dicen de lo conveniente que resultó el agasajo? No puedo pensar en productos más nobles, humildes y módicos que el mote y el cochayuyo. El chupe admite hasta el pan más duro que haya quedado rezagado por ahí. Las betarragas, las papas y las zanahorias para el puré se pueden comprar cocidas en los puestecitos callejeros de ensaladas y salen tres chauchas. Muy increíble. Y la cebolla... ¿Qué palabras podrían ser suficientes para honrar a la reina absoluta de la cocina? Entre el pebre DIVAN, las cebollitas en escabeche y el sofrito, presente en todos y cada uno de los platos de la noche (como corresponde), quedamos pasadas como por tres días, pero vaya que valió la pena... No por nada la tradición hispánica tiene un dicho que reza: “Comida sin cebolla es como fiesta sin tamboril”. Pura sabiduría popular.